Días de cristales rotos en Pekín

Sillas vacías forman el nombre de 'Wei' en Taipei, en honor al disidente chino. | Afp
Por David Jiménez
Incluso para un régimen que siempre ha despreciado el pensamiento independiente, bajo cuyo gobierno se puede desaparecer sin más, la represión de los últimos meses supone una escalada. Y lo es, en parte, porque el castigo en China ha dejado de limitarse al acusado. Su abogado, sus amigos o su familia suelen acompañarles en una persecución que incluye arrestos, pérdida del trabajo y, en ocasiones, violencia física.
Los motivos de la campaña contra la disidencia varían desde el temor del Partido Comunista a un contagio de las revueltas árabes al tradicional endurecimiento que experimenta el régimen en vísperas de la sucesión en el poder, prevista para el próximo año. La explicación más simple: la dictadura se muestra crecientemente insegura ante las dificultades para controlar lo que dicen, leen y ven sus ciudadanos, sobre todo en Internet.
La creencia general es que no hay nada que podamos hacer para forzar a los líderes chinos a respetar los derechos humanos. Nada salvo evitar convertirnos en sus cómplices con nuestro silencio, la opción mayoritariamente elegida.
Cómplices
Cómplices son los líderes políticos que como José Luis Rodríguez Zapatero viajan a China con el mensaje de que no les importa lo que ocurra con los detenidos, mientras sus carceleros compren un poco de nuestra deuda o inviertan en alguna caja arruinada.
Cómplices son los periodistas que informan desde esa dictadura como si no lo fuera, omitiendo o minimizando sistemáticamente los abusos.
Cómplices son los empresarios que no se conforman con hacer negocios en China, a lo que tienen todo el derecho, sino que han formado el principal lobby de presión a favor del mantenimiento de la dictadura.
Cómplices son los diplomáticos occidentales que no tienen rubor en confesar su admiración por un régimen que no respeta ninguno de los derechos reconocidos en el país al que supuestamente representan.
Y cómplices son todos aquellos expatriados que no se cansan de repetir que ellos no respiran represión alguna en China, ignorando la inmunidad que les confiere ser extranjeros. Ninguno de ellos teme una visita a medianoche de los agentes de la Oficina de Seguridad. En sus pequeños oasis, todo es libertad.
Juegos Olímpicos
Hablamos de los mismos que pidieron incansablemente la legitimación del régimen entregándole los Juegos Olímpicos de 2008 y recomendando callar ante los abusos, asegurando que era la mejor estrategia para abrir el país políticamente.
Ahora que Pekín se ha quedado con la legitimidad, devolviendo a cambio más represión, no les escucharemos rectificar o levantar la voz en contra de las detenciones. Les va el puesto, la cuenta de resultados, tener que asumir las contradicciones de su agradable vida oriental o, como en el caso de España, arriesgar una ayuda china para tapar las grietas de nuestros años de excesos.
Haber predicho que las cosas serían así no servirá de consuelo a los disidentes, periodistas, artistas, intelectuales o simplemente familiares de los detenidos que han desaparecido en la mayor campaña de represión política que ha vivido el país desde Tiananmen en 1989.
Los encarcelados más conocidos son el Premio Nobel de la Paz Liu Xiaobo y el artista Ai Weiwei, pero a ellos se les han unido personas anónimas que desaparecen sin dejar rastro, confinadas en celdas de aislamiento sin acceso a sus abogados o familias.
No, quizá no haya nada que podamos hacer para detener la ola de represión de la dictadura china (o de otras dictaduras). Nada salvo evitar convertirnos en sus cómplices con nuestro silencio.
Fuente: El Mundo
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La empresa Beijing Fake Cultural Development de Weiwei también había destruido intencionadamente documentos de contabilidad, dijo la policía de Pekín a la agencia estatal de noticias Xinhua, citando una investigación inicial.
La policía también dijo que la ley garantizaba a Weiwei el derecho a reunirse con las personas que vivían con él, mientras estaba bajo «vigilancia domiciliaria«.
Weiwei pudo ver a su esposa por primera vez el domingo tras ser detenido el 3 de Abril en el aeropuerto internacional de Pekín, generando protestas sobre el trato de China hacia los disidentes.
Fuente: El Mundo
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«La prensa extranjera está obteniendo una muestra de la reciente escalada en la ofensiva de seguridad contra cualquier persona o cosa que sea considerada políticamente sensible por las autoridades«, dijo Nicholas Bequelin, investigador senior de la división para Asia de Human Rights Watch, con sede en Nueva York.
El intento de asfixiar a las voces críticas
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«Este año es aún más tenso que antes, debido al asunto de la Revolución de los Jazmínes«, dijo Liu Feiyue, un activista de derechos humanos en la provincia central de Hubei, quien vigila casos de confinamiento y detención.
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El presidente Hu y el primer ministro, Wen Jiabao, prometieron construir una «sociedad más armónica» al reducir las inequidades, mejorar los ingresos y el bienestar de granjeros y obreros.
Esos esfuerzos han ayudado a diluir las tensiones y gran parte de los observadores rechazan la idea de que en China vayan a tener lugar disturbios próximamente.
Fuente: El Mundo